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Ю.А. Милоградова

La vieja corre a su casa y dice a su sobrina que ella debe ponerse un vestido bonito porque mañana tendrán una visita.

Cuando, a la otra mañana, viene el caballero, le pregunta a la muchacha si sabe hilar.

– ¡Pues no ha de saber! – dice la tía —. Para ella es tan fácil como beber un vaso de agua.

Entonces el caballero le deja tres madejas de lino para hilar.

– ¿Qué ha hecho usted, tía? – dice la sobrina llorando cuando el caballero se va —. ¿qué ha hecho? ¡yo no sé hilar!

– Dios y las ánimas benditas te van a ayudar. Tienes que hilar tres madejas de lino porque en ello va tu suerte.

La muchacha se va a su cuarto muy nerviosa y comienza a rezar porque es muy devota. Poco tiempo después aparecen tres ánimas muy hermosas, vestidas de blanco. Dicen que van a ayudarla porque ella siempre reza por ellas y en seguida hacen un hilo tan fino como un cabello.

Al día siguiente viene el indiano y está muy asombrado cuando ve aquella habilidad mientras la vieja no cabe en sí de alegría.

El caballero pregunta a la muchaha si sabe coser.

– ¡Pues, no ha de saber! – contesta la tía inmediatamente —. Las piezas de costura en sus manos son como cerezas en boca de tarasca.

Entonces el caballero le deja lienzo para hacer tres camisas y, para no repetir lo mismo, les diré que sucede lo mismo que el día anterior. El caballero está admirado y deja a Chana un chaleco para bordar.

Por la noche, cuando está rezando con muchas lágrimas a las ánimas benditas, aperecen éstas y le dice una de ellas:

– Vamos a bordar este chaleco. Pero hay una condición.

– ¿Cuál? – pregunta ansiosa la muchaha.

– Nos vas a convidar a tu boda.

– Pues, que, ¿me voy a casar? – pregunta Chana.

– Sí – contestan las ánimas —. con ese indiano rico.

Al otro día, cuando el caballero ve el chaleco tan hermoso le dice a la tía que quiere casarse con su sobrina.

La tía casi está bailando de contento pero no así la sobrina que dice:

– Yo no quiero engañar al caballero, tía. ¿Qué me pasa cuando mi marido sabe que no sé hacer nada?

– Anda – contesta la tía —. ahí aprenderás. Las ánimas benditas te ayudarán.

Entonces, celebran la boda y la novia va a un retablo de ánimas y las convida a la fiesta.

El día de la boda entran en la sala tres viejas muy feas. La una tiene un brazo muy corto y el otro tan largo que le arrastra por el suelo; la otra es jorobada, y la tercera tiene los ojos más saltones que un cangrejo, y más colorados que un tomate.

– ¡Jesús, María! – el caballero dice a su novia —. ¿Quiénes son?

– Son – contesta la novia – unas tías de mi padre, que he convidado a mi boda.

El señor, que es una persona educada, les saluda y les habla.

– Dígame usted – le dice a la primera —, ¿por qué tiene un brazo tan corto y otro tan largo?

– Hijo mío – contesta la vieja —, así los tengo porque he hilado mucho.

El indiano se levanta, se acerca a la novia y le dice:

– ¡Quema tu rueco y tu huso! ¡Jamás quiero verte hilar!

En seguida pregunta a la otra vieja por qué está tan jorobada.